Día de pesca
La playa marciana era barrida por campos magnéticos de olas de
herrumbre y sal; al ocaso los peces metálicos comían insectos
mecánicos. Las turbulencias magnéticas se estremecían ante los
embates de los peces en pos de las presas y una niña marciana en la
orilla, miraba emocionada la lucha marina. Era el primer día de
pesca de Az-U y llevaba consigo una rudimentaria caña de pescar —un
regalo de papá—, equipada con un sedal de luz. Lanzó lejos al
primer intento la carnada y atrajo a los peces por vibraciones de
baja frecuencia, un enorme pez de cristal se tragó de un bocado la
carnada y con un chispazo el sedal se encogió y arrojó al enorme
pez de cristal contra Az-U; el impacto la derribó y el pez de
cristal se hizo pedazos. Az-U miró cada uno de los fragmentos del
pez esparcidos a su alrededor y comenzó a llorar. Una voz la llamó,
era papá, se enjuagó las lágrimas y recogió todos los aparejos de
pesca, dio un último vistazo a los fragmentos del pez y corrió
siguiendo el sonido de la voz. Az-U fue reprendida por la tardanza,
terminó de hacer las maletas y siguió a papá al cohete espacial.
Con un rugido el cohete despegó con los últimos marcianos a bordo.
Por la ventanilla del cohete, el mar marciano parecía una diminuta
charca. Az-U miró el mar con cierta nostalgia, por el pez roto y el
hogar abandonado. Az-U levantó la vista y a lo lejos divisó un
pequeño punto azul —el azul era su color favorito— y pidió un
deseo: volver a pescar un gigantesco pez de cristal, en los mares de
Titán.
Sergio F. S. Sixtos
Hola Sergio, a mi también me gusta el azul, me encanta esa aventura de Az-U: pescar peces metálicos, estupendo
ResponderEliminarHola Alejandra, ya somos dos con ese color favorito. Un abrazo.
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