El robot
humanoide se enamoró de una mujer de carne y hueso. El romance fue tórrido y
breve. Ella lo abandonó a causa de una disfunción en su reactor de fusión nuclear de bolsillo.
La mofeta negra llegó al Palacio de las blanquísimas mofetas la noche de carnaval. La música paró, las mofetas blancas la observaron curiosas. La nobleza se reunió con la reina y deliberó: “No se permitirá a una vulgar mofeta azabache degenerar nuestra hermosa blancura.” La mofeta sastre diseñó y cortó para Su Majestad Imperial, un hermoso abrigo negro y terso. Sergio F. S. Sixtos
Jejeje, es decir que lo de ella no fue amor verdadero: en las buenas y en las malas. Lo encontré divertido.
ResponderEliminarTal vez sólo fue un capricho por la nueva tecnología.
EliminarHay muchas personas que sufren del mismo desarreglo jejeje!!!!
ResponderEliminarCreo que los robots no serán las parejas perfectas.
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