El desafío

La mañana se asomó por la ventana. Perezosa, me negué a abrir los ojos. Cubrí mi rostro con las sábanas y me concentré en continuar mi apacible sueño, era un sueño lindo: podía volar, surcaba el aire y las gaviotas graznaban celosas. Las dejaba atrás, muy atrás; comparada con ellas, yo era un avión supersónico. El avión a reacción en que me había convertido, atravesó una nube cargada de agua de lluvia. Un ruido atronador inundó el ambiente. Desperté sobresaltada. Nubarrones de tormenta oscurecían la mañana.

—¡Azu levántate ya! —era Dana llamándome desde el patio. La saludé desde la ventana y ella me hizo un gesto de impaciencia.

Arrojé el pijama, y vestí camisa y falda, para lucir mis nuevas zapatillas deportivas. Dana y yo acordamos saltar la cuerda desde ayer, teníamos una competencia y yo iba primera, con 30 saltos sin fallar. Dana no se quería quedar atrás, sólo había que mirar su tremenda concentración, estaba decidida a vencerme.

Dana decidió comenzar, la cuerda zumbaba a cada salto: 1, 2,…, 28, 29,… El retumbar de un relámpago nos asustó, y corrimos a refugiarnos dentro de la casa.

Hicimos espacio en el comedor y reanudamos la competencia de saltos de cuerda; pero mamá nos prohibió saltar dentro de la casa. Disgustadas subimos a mi habitación y vimos llover.

Dejó de llover, o como diría el abuelo: escampó. Salimos dando brincos de contentas a seguir con nuestro desafío de la cuerda. El sol iluminó el jardín y un arcoíris se dibujó a lo lejos. Miramos emocionadas cada uno de los colores que lo formaban, preguntándonos como se formaban esos colores tan bonitos. Dana fue la primera en darse cuenta: el arcoíris se movía, lento como un caracol, se acercaba a la casa. Corrimos para avisarle a mamá. Ella horneaba un pastel de chocolate, nos respondió con una sonrisa y siguió ocupada con el pastel. Subimos alarmadas a mi habitación; el arcoíris venía directo hacia la casa, era la velocidad de caracol más rápida que he visto en mi vida. Gritamos y pataleamos alarmadas, nos refugiamos bajo la cama.

El impacto fue feroz. La casa se estremeció hasta los cimientos. Cayeron libros y cuadros al suelo, todo estaba patas arriba. Salimos corriendo para auxiliar a mamá. El pastel de chocolate era una ruina y había trozos de arcoíris por toda la casa. Ayudamos a mamá en el aseo de la casa. Yo conservé algunos trozos de arcoíris y con ellos construí un móvil que cuelga al centro de mi recámara. Dana, corrió a su casa con una canasta rebosante de cristales multicolor.
Sergio F. S. Sixtos


                                                       

Comentarios

  1. Me gusta, es ingenuo, pero te abre la puerta y te atrapa para que lo vivas como un personaje más, el personaje escondido en los colores del arco Iris.

    ResponderEliminar
  2. Hola Llum, gracias por vivir la aventura del cuento, un abrazo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Desavenencia

Guirindán, guirindán, guirindán