La foto
─¿Es él? ─preguntó Azucena.
─Sí, es mi papá ─dije sorbiendo mi café.
Miró concentrada la foto y preguntó si tenía otra, ya que
esa no era muy nítida.
─No, es el único vestigio de mi padre, cuando nos abandonó mamá se dedicó a destruir todas las fotos donde él aparecía, no entiendo como
esa fotografía escapó al exterminio.
─No se aprecian los ojos y la sonrisa parece fingida y para
terminar de fregarla está en blanco y negro.
─Si vas a criticar devuélvemela…
─¡Espera!, tenemos que dejar la habitación en penumbra.
Me levanté y cerré las persianas.
─¿Y ahora?
─¿Hace cuanto que no sabes de él?
─Como veinte años, recuerdo casi nada.
─Vale…
Azucena leía en voz alta un librito mientras encendía velas
y colocaba la foto sobre la taza de café en el centro de la mesa, no entendía
nada de lo que decía, ella hablaba y gemía, comencé a arrepentirme de haber
tomado en serio su propuesta. La fotografía se sacudió y Azucena se desplomó
sobre la mesa, tenía los ojos muy abiertos y de la boca escurría un hilito de
baba. Yo brinqué y caí de espaldas con todo y silla. Escuché la voz de sonido áspero,
voz de fumador, chacuaco diría la
abuela.
─¿Dónde estoy? ─preguntó la voz.
─Estás en la foto papá.
─Esto es un sueño, ¿en la foto?, ¿qué quieres decir?, ¿quién
eres?
─ Soy Bety, la hija que tuviste con Rosalba cuando
trabajabas en la fábrica de estufas ─dije si hacer pausas, tratando de mantener
el control aunque mi cuerpo temblaba como gelatina.
─¡Sácame de aquí!
─No papá, ahí te quedas.
─¿Por qué?
─Por la miseria en la que nos abandonaste, mamá se tuvo que
ir al norte y me escribió una carta en la que prometía volver hasta que tú regresaras
y fueras un hombrecito; hace diez años de eso y este es el último
recurso que tengo para que regrese mamá.
Azucena despertó del trance dos horas después y salió de mi
vida, mamá nunca volvió y papá me mira desde su foto marchita y me maldice cada
vez que puede.
Sergio F. S. Sixtos
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