Guirindán, guirindán, guirindán

La mofeta negra llegó al Palacio de las blanquísimas mofetas la noche de carnaval. La música paró, las mofetas blancas la observaron curiosas. La nobleza se reunió con la reina y deliberó: “No se permitirá a una vulgar mofeta azabache degenerar nuestra hermosa blancura.”
La mofeta sastre diseñó y cortó para Su Majestad Imperial, un hermoso abrigo negro y terso.
Sergio F. S. Sixtos

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