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Mostrando entradas de febrero, 2014

Presentimiento

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El detective no encontró pistas en torno al cadáver. Cada uno de los sospechosos tenía una coartada perfecta; entonces el detective observó con atención al lector y comenzó a desconfiar. Sergio F. S. Sixtos

El desafío

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La mañana se asomó por la ventana. Perezosa, me negué a abrir los ojos. Cubrí mi rostro con las sábanas y me concentré en continuar mi apacible sueño, era un sueño lindo: podía volar, surcaba el aire y las gaviotas graznaban celosas. Las dejaba atrás, muy atrás; comparada con ellas, yo era un avión supersónico. El avión a reacción en que me había convertido, atravesó una nube cargada de agua de lluvia. Un ruido atronador inundó el ambiente. Desperté sobresaltada. Nubarrones de tormenta oscurecían la mañana. —¡Azu levántate ya! —era Dana llamándome desde el patio. La saludé desde la ventana y ella me hizo un gesto de impaciencia. Arrojé el pijama, y vestí camisa y falda, para lucir mis nuevas zapatillas deportivas. Dana y yo acordamos saltar la cuerda desde ayer, teníamos una competencia y yo iba primera, con 30 saltos sin fallar. Dana no se quería quedar atrás, sólo había que mirar su tremenda concentración, estaba decidida a vencerme. Dana decidió comenzar, la cuerda zumb

Cosas de palabras

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Las palabras: giran, danzan, se empujan y revolotean entre ellas. Algunas chillan, maldicen y en un instante se borran. Otras se conocen y reconocen, y poco a poco se amalgaman y crean una historia. Sergio F. S. Sixtos

Nadie mira

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Un cuento zombie se coló en un cuento policíaco. En un breve instante: el detective, el sospechoso y la víctima ya comían cerebros. Sergio F. S. Sixtos

Guirindán, guirindán, guirindán

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La mofeta negra llegó al Palacio de las blanquísimas mofetas la noche de carnaval. La música paró, las mofetas blancas la observaron curiosas. La nobleza se reunió con la reina y deliberó: “No se permitirá a una vulgar mofeta azabache degenerar nuestra hermosa blancura.” La mofeta sastre diseñó y cortó para Su Majestad Imperial, un hermoso abrigo negro y terso. Sergio F. S. Sixtos

El oficio de escritor

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Ensambló cada una de las piezas (perfectamente engrasadas) de la carabina M1, las manos se deslizaban hábiles, cual arañas. El humo del tabaco rubio hacía que William S. Burroughs entornara los ojos. Colocó el rifle sobre la mesa y acarició la culata distraído. Un ruido siseante captó la atención del autor, la adrenalina le recorrió el cuerpo; despacio, muy despacio tomó el arma. Se volvió con la rapidez de un gato y disparó en tres ocasiones. El virus palabra explotó como un globo, lanzando letras y erratas al rostro del escritor. Sergio F. S. Sixtos

La cita

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Sábado por la tarde, María tiene prisa: revisa el bolso una vez más, se mira en el espejo, se alisa el cabello, revisa el carmín de sus labios. Arturo la espera en el café de siempre, por tercera vez ha llamado por teléfono, impaciente. María gira sobre sí misma. Toma la cartera: hay suficiente efectivo, agarra las llaves, unas gotas extras de Flowerbomb . La luz del atardecer se cuela por la ventana, dibuja rectángulos de luz sobre las baldosas; María las atraviesa y cae por ellas, se precipita en caída libre hacia el infinito. Arturo mira el reloj: ha transcurrido una hora desde la última llamada; paga la cuenta y se marcha del café: maldice en voz alta. Sergio F. S. Sixtos